5.05.2008

Episodio creativo.

Y mis manos por un fatídico error se llenaron de los restos de frutas, se resbalabans por mis manos zarzamora, y con todas las malas intenciones del mundo, aun no finalizado en su proceso de creación, me propuse simplemente masticar. ¡Y entonces se inventó el dolor! En medio de la escena multi color de todos los árboles, de todos los frutos que simplemente se me ocurrió crear. Mis todavía no de-nominados huesos no lograrían detenerme en mi labor de masticar y masticar, pues la sangre divina y eterna no dejaba de brotar y el sabor que se le impregnó ya no desaparecería y le daba a mi labor mayores pretextos para, inconcientemente, no claudicar. La tristeza, se me metió en el pecho y allí se inventó al descubrir que no podría simplemente masticarme del todo, pero la furia, ustedes saben que la furia…se parió y a través de un umbral o cualquier enigma que se le iguale arribó al mundo, proveniente de su no existir. Al final mi boca se masticaba con la misma furia indispensable, y me lamía desesperado, lamía lo brotante y no le daba tiempo de que su existencia fuese un desperdicio, como si ya entonces hubiese tenido la oportunidad de lamer por pasión a tal grado que la lujuria le resultara el adjetivo adecuado. Masticando mis oídos escuchaba los sonidos asquerosos de la impaciencia, a la vez que escuchaba la caída de mí al vacío improbable donde reposa lo divino. Suspendida aun mi boca por inexplicables milagros, se mastican a si misma, pero ya no brota nada, la idea de que algún buen día anduve por aquí le es indispensable a la fe, al final todo se mastica a si mismo entre los pedazos restantes de carne al grado de simplemente desaparecer. Lo ideal era demostrar que lo divino no es palpable pero nuestras emociones lo niegan y así lo vuelven todo mejor; y que a pesar de su muerte el alma se permite flotar, a instantes, por la realidad. Mi desaparición se había consumado. Al final, solo la conciencia cósmica del universo y yo lo sabiamos: Se había creado la nada.